Tan bonito que estábamos conviviendo, en medio de besos y abrazos, apretones de manos, regalitos y manifestaciones de aprecio recibidas de desconocidos que han resultado ser candidatos. Dejando de lado la contaminación del espacio público con fotografías de decenas de candidatos a cualquier cosa, posando con cara de “yo soy el predestinado”, imaginemos que así sería la convivencia en nuestra olvidada ciudad, si fuéramos capaces de expresarnos de esa manera, todos contra todos, por el mero hecho de vivir en el mismo espacio.
Pero la realidad es otra. Esas cálidas expresiones se terminaron súbitamente al finalizar la campaña. Amanecimos con un puñado de ciudadanos triunfantes que aún pueden sonreir, aunque sea para su propio ego más que para los que les rodean. Mientras que a la mayoría de aspirantes frustrados se les ha olvidado súbitamente sonreir, abrazar y expresar la felicidad que seguramente les mezquinó el destino.
Así las cosas, podríamos reflexionar sobre este cambio de comportamiento, que demuestra que los habitantes de Latacunga, “en el fondo”, somos cálidos a pesar de los gélidos vientos que soplan en nuestro hermoso valle. Descubriríamos que lo que falta es un estímulo para expresarnos amablemente hacia nuestros coterráneos de nacimiento o convivencia, que no sea un llamado a elecciones.
Inaugurar una nueva administración Municipal en Latacunga, con esperanza de recuperar el liderazgo que debe ejercer el Burgomaestre, es una buena ocasión para replantearnos la forma de relacionarnos entre los que habitamos en la tierra de las chugchucaras, la Mama Negra y las allullas. Aprovechemos el ritmo de calidez que nos dejaron de recuerdo los políticos en campaña. Asumamos que todos somos candidatos y nos propongamos ganarnos la aceptación de todos. Hagamos del saludo una norma habitual de conducta. Expresemos nuestro agrado de vivir en esta tierra linda con simples gestos agradables. ¡RECUPEREMOS LA Sonrisa! [O]
Por: Alberto Salvador