Entre las múltiples perlas cultivadas en la campaña electoral, que ya por fin se acerca a su final, recojo una que debe ir al salón de honor de la demagogia y el populismo. Resulta ser que, un candidato a la reelección en la Prefectura de Cotopaxi, que quiere volver a los seis años al poder que ostentó por once, ha descubierto la forma “equitativa” de distribuir las escasas obritas entre las comunidades organizadas alrededor de su figura. Se trata de evitar toda clase de asambleas, discusiones, planificación técnica, asignación de prioridades, etc. que le impone el COOTAD para que sea la ciudadanía que participe de manera PROTAGÓNICA en la toma de decisiones. La fórmula mágica es sencilla: hacer uso de una moneda o algo similar, para que ¡sea la SUERTE la que determine la asignación de obras! Y colorín, colorado… este cuento se ha acabado.
Imaginen ustedes el retroceso en el manejo de la cosa pública. Determinar por sorteo cuáles obras se harán y cuáles no. Imagino que para participar en el sorteo, se debe requerir previamente realizar los estudios y determinar los presupuestos necesarios. Es decir que habría que elaborar estudios para todas las obras posibles e imaginables, determinar su presupuesto y entonces avanzar a la tómbola para decidir el futuro de la comunidad. ¿Y los que no salgan favorecidos? salados!
Ni se les ocurra responsabilizar al amo Prefecto la falta de obras. Que vayan a consultar con la vidente para ver si se pueden palanquearse algún conjuro para asegurar la suerte.
Ofende a la inteligencia el siquiera pensar en esta clase de maniobras populistas. Esta demostración de irrespeto a los procedimientos democráticos de convivencia que se plasman en la Constitución y las leyes pertinentes es suficiente motivo para sancionar en las urnas, con el arma más democrática y letal existente: NUESTRO VOTO. [O]
Por: Alberto Salvador