Latinoamérica ha concitado el interés mundial, a cuenta del drama humanitario que ha causado el experimento genocida iniciado en 2005 por Hugo Chávez, un ex militar rebelde que fuera adoptado políticamente por Fidel Castro, quien descubrió en las enormes reservas de hidrocarburos del Orinoco la esperanza de financiar su fracasado proyecto comunista, que agonizaba.
Más allá de los graves errores en el manejo económico, que ha llevado a ubicar al hermano país en el último puesto en el mundo, con desempleo casi total, inflación superior a un millón por ciento, carencia de alimentos, medicinas, seguridad, servicios básicos y todo lo elemental para tener una existencia digna, Maduro y su incondicional Cabello, con el resguardo de cubanos adiestrados en el manejo de guerrilla urbana, han atropellado los derechos humanos de toda la población. La gigantesca migración desesperada, de familias que con las manos vacías emprendieron una caminata hacia cualquier cosa que no sea el infierno de vivir en la miseria, bajo las botas cubanas, releva de mayor abundamiento.
Este drama que no se puede concebir en el siglo XXI, ha despertado la indignación en casi todos los países del mundo, excepcionando solamente aquellos que son responsables de atropellos a los derechos humanos a su propio estilo. La pregunta que todos los ciudadanos civilizados del mundo debemos hacernos es: ¿cómo podemos intervenir, respetando la autodeterminación de los pueblos?
Ante la falta de garantías por la falta de un poder judicial atrapado y unas fuerzas armadas doblegadas, no existe opción al interior del país. Diecinueve Estados americanos y la Unión Europea han determinado acciones en dirección a reconocer al presidente interino Juan Guaidó, quien se ampara en la Constitución para convocar a nuevas elecciones. El bloqueo de recursos económicos en Estados Unidos e Inglaterra es una poderosa acción que habilita al interino y bloquea los intentos de inmovilización de Maduro. El ultimátum de Europa para que se convoque a elecciones libres es estratégico. Por todo esto, Los socialistas no tienen salida. ¡JAQUE MATE!
Por: Alberto Salvador