El Ecuador vive otro capítulo de la maraña de corrupción que, de a poco se, ha descubierto a partir del traspaso del poder al presidente Lenin Moreno. La acusación se dirige a quien fuera asambleísta del partido del gobierno de Rafael Correa, Alejandra Vicuña, por haber recibido en su cuenta personal depósitos supuestamente voluntarios en apoyo al “Movimiento Alfarista Bolivariano”, EN FORMACIÓN, lo cual no está amparado por la Ley. Esto ha ocurrido durante varios años, a partir de 2011. La acusada no puede dar cuenta del monto ni destino del dinero. La prueba de este ilícito es una declaración juramentada de un ex funcionario público al servicio de la ex asambleísta, respaldada por pruebas documentales sobre las transferencias.
Lo extraño del caso es que estas pruebas se encontraban en manos de la asambleísta ex AP, Espín, recientemente sancionada por la propia Asamblea con la destitución, por interferir con la justicia al visitar a una testigo protegida. Ella intentó salvarse amenazando con denunciar a la vicepresidente. Una vez destituida, aparecen las pruebas y se arma el alboroto. ¡Qué extraño!
¿Quién se beneficia de este escándalo? Primero, las compañeritas destituidas al lograr desviar la atención. Segundo, empaña el entorno del presidente Moreno, quien sostenía que es una de las mejores ecuatorianas. Además, abre la posibilidad de buscar candidatos a la segunda magistratura, con posibilidades de ocupar la primera. Aquí se abre el espectro a muchos frentes. Esto nos acerca a la posibilidad de la muerte cruzada, contemplada en la Constitución, en cuyo caso se podrían adelantar las elecciones. Entonces los “precandidatos” serían los posibles beneficiarios. Por lo que “la cabeza de Vicuña” es un mero instrumento para desestabilizar y pescar a río revuelto, en un mar de ambiciones políticas que no se acomodan con el ex Correista Moreno.
En el otro extremo está el país, que sería el único perdedor de estas riñas que se precipitan con cualquier excusa, para engañar al electorado que, como en cualquier telenovela, cree todo lo que le presentan.
¡Repugna lo que estamos viviendo! [O]
Ing. Alberto Salvador