Es oportuno recordar esta máxima, con motivo del presupuesto general del Estado que ha presentado el señor Presidente a la Asamblea Nacional para su aprobación. Para el año 2019, se requieren alrededor de DIEZ MIL MILLONES DE DÓLARES para el pago de intereses y amortización de capital. Todos nos miramos las caras de asombro, como preguntando quién es el culpable, como sugiriendo que no hemos conocido del gigantesco problema.
Recordemos que en años recientes, vivimos una vida propia de países ricos, pues el dinero no era ningún problema para el gobierno que sacó la lotería con un precio del petróleo nunca soñado. Eso nos hizo creernos millonarios, pues además de los dineros recibidos, los chinos y bancos de inversión nos abrieron las líneas de crédito, seguros de que el petróleo nos permitiría cumplir los compromisos de pago. Adicionalmente, se tomaron recursos “ociosos” del IESS y se adquirieron préstamos en el país mediante la colocación de papeles en la bolsa de valores, Banco Central y cualquiera que tuviera liquidez.
A la hora de honrar los pagos, la fórmula más efectiva era refinanciarla con el mismo acreedor, sin importar el alto costo financiero ni el escaso plazo para su repago. Una y otra vez el mismo ejercicio, da como resultado que ya no es posible diferir el pago, sino abonar capital y pagar intereses. El perverso proyecto político de las manos ardientes, programó que sea el nuevo gobierno quien asuma el pago de las deudas desde 2019. Caso de no contar con el dinero para hacerlo, el último recurso es pasar la factura a los ciudadanos con nuevos impuestos.
Este círculo vicioso debemos romperlo de una vez por todas. Todo gasto público que no tenga financiamiento, será pagado con impuestos, o con deuda que solo pospone el pago con impuestos. Pero que ¡se paga, se paga! [O]
Alberto Salvador
Noviembre 19, 2018