Una de las grandes preocupaciones de nuestros días es, cómo va a ser el clima futuro; cuánto calor vamos a soportar, lloverá más o menos; paradójicamente hay aspectos del comportamiento de nuestra atmósfera que la ciencia desconoce; la dificultad de precisar la formación de gotas de agua o cristales de hielo que permitirán descargar en forma de precipitaciones; en otros términos: el ser humano, después de décadas de investigación climática todavía no ha logrado descifrar por qué se forman las nubes y por qué llueve; se trata de un fenómeno que sigue siendo un elemento casi mágico para la ciencia.
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De todas manera hay una explicación simple, el calor del sol evapora las capas superficiales del agua de los mares, que ascienden hacia la atmósfera para formar las nubes, estas concentraciones de vapor son arrastradas por el viento hacia el interior de los continentes y si desciende la temperatura, o las masas de nubes atraviesan una zona fría de la atmósfera, el vapor de agua se condensa volviendo a su estado líquido en forma de gotas, que se precipitan al suelo.
Desde la Antigüedad se han intentado encontrar métodos para explicar la formación de la lluvia y para predecir de forma precisa cuándo y dónde va a producirse y lo cierto es que se ha avanzado mucho en el pronóstico del tiempo; otra pregunta frecuente es: ¿llueve ahora más que antes? en principio no, los valores anuales de lluvia en las diferentes regiones siguen siendo los mismos y cuando se hace un análisis comparado con los datos de décadas anteriores, realmente lo que ha cambiado es la forma de llover: cae la misma cantidad de agua, pero en menos días lo que provoca que las precipitaciones sean más intensas, incluso torrenciales y causen graves daños.
Tradicionalmente se decía que las excepcionales selvas del Amazonas o del Congo se debían a la elevada pluviosidad de estos lugares, las más altas del planeta; pero un nuevo estudio científico demuestra lo contrario: son los bosques quienes hacen las lluvias y no las lluvias quienes permiten el desarrollo de los bosques. De hecho, sin los árboles, esas inmensas áreas continentales de junglas impenetrables serían desiertos. Basados en esta teoría nos da una razón más para proteger y conservar la cubierta forestal y corresponde a los ecuatorianos, volver a sembrar árboles para atraer las lluvias en las áreas que hemos deforestado convertidas en zonas desérticas y áridas.
Por: Luis Reinoso