Un árbol normal de nuestra región, intercepta y almacena 215.000 litros de agua que se infiltra a las capas subterráneas y el resto forman causes hídricos que recorrerán largas distancias cumpliendo su función natural, por ello cuando se tumba un árbol, esos 215.000 litros corren precipitadamente con gran fuerza devastadora destruyendo todo lo que encuentra a su paso y en nuestro país la deforestación y la voracidad por la madera y otros productos es una actividad cotidiana en donde nadie hace algo por detener este acto brutal que nos llevará a situaciones de miseria, hambre y muerte, así lo demuestran datos que en el Ecuador se tumban alrededor de 340.000 hectáreas de bosques cada año, lo que constituye una de las tasas más altas de Sudamérica En cambio, se reforestan únicamente 3.000 has.
Pero todos debemos conocer que un árbol nos brinda medicinas, madera, resinas, alimentos, frutos, colorantes, fibras, látex, oxigeno, pero aún si no nos brindara nada, tan solo su presencia en el entorno cumple una misión fundamental en la naturaleza para modular el clima, absorber bióxido de carbono, rayos ultravioleta mantener la humedad relativa y mucho más; por ello es necesario motivar a estas y futuras generaciones el respeto al árbol, por cuanto esta generación que está pasando ha sido la más depredadora e indolente que ha devastado los bosques y no es capaz de reponer lo que ha destruido; así se demuestra que en los últimos 26 años el país ha perdido en promedio, el 39,4 % del bosque tropical y que el área más afectada es la provincia de Esmeraldas,
Ecuador, un país de 270 000 kilómetros cuadrados, poseía antes 132 000 kilómetros cuadrados de selva. Con un índice de deforestación del 4% anual, sólo le quedan 44 000 kilómetros cuadrados. Cada año se deforestan 3 000 kilómetros cuadrados.
La región más afectada por la deforestación es la Sierra, donde subsisten pocos bosques primarios.
La deforestación puede tener graves consecuencias socioeconómicas: por ejemplo, puede amenazar los medios de vida, la cultura, la supervivencia de las poblaciones que dependen de los bosques, debilitar las economías locales y nacionales; provocar conflictos sociales por los recursos.
Con todo lo ocurrido, el Estado a través de sus organismos locales, educativos, militares, policiales, deportivos, comunitarios, debe organizar procesos de reforestación masiva y obligatoria con altas inversiones y ya no invitar a siembras voluntarias y deportivas, que sin un propósito definido y claro resulta un trabajo infructuoso, pues nadie se responsabiliza de cuidar, regar en épocas de estiaje con pérdidas de tiempo esfuerzo dinero gastado inútilmente.
No nos olvidemos lo que está pasando en la cordillera occidental, devastada, erosionada, vacía y con el cambio climático del planeta ya se advierten los primeros síntomas de destrucción de los otros recursos, lo que ha obligado al abandono de esas tierras para ir probablemente a destruir otros lugares como está sucediendo en la Amazonía.