Desde algunos años atrás, nuestros hábitos alimentarios nos han alentado incansablemente a tomar decisiones que son perjudiciales para nuestra salud, a través de los precios, la comercialización y la disponibilidad. Un aumento en la publicidad ha contribuido a una creciente crisis mundial de obesidad, así como a las deficiencias nutricionales, ya que cada vez más personas optan por comer alimentos poco saludables.
Hoy en día es casi imposible evitar el bombardeo de la comida chatarra, al escuchar la radio, ver la televisión o navegar por las redes sociales quedamos expuestos a un anuncio que nos dice que todo lo que necesitamos para un poco de felicidad y amor es una bebida azucarada o un bocado de comida rápida. Se nos pide que creamos que no hay nada mejor que una comida sabrosa, asequible y lista para solucionar nuestro apetito.
Todos tenemos derecho a comprar lo que podamos pagar, pero las fuerzas comerciales limitan nuestra libertad de elección más de lo que pensamos, igual las evidencias muestran que las causas clave de la mala salud, como la obesidad y las enfermedades no transmisibles relacionadas, están vinculadas a entidades comerciales con mucho dinero y el poder de dar forma a las decisiones que toma la gente. Las estrategias que las entidades comerciales crean un entorno que nos lleva a tomar decisiones poco saludables y a consumir comida chatarra.
Es claro que el mercadeo crea demanda; los supermercados están repletos de comida chatarra, alimentos ultra procesados con gran cantidad de azúcares añadidos, grasas poco saludables y aditivos nocivos, estos productos alimenticios están diseñados para activar tu punto de bienestar gustativo y hacerte desear más. Los fabricantes de alimentos y bebidas utilizan tácticas poco éticas para comercializarlos, pues, apuntan a los niños con imágenes manipuladoras y padres estresados con soluciones fáciles y rápidas para alimentar y satisfacer a su familia.
Los gobiernos pueden utilizar su poder adquisitivo para influir en la industria alimentaria fomentando la producción y distribución de alimentos saludables y limitando la disponibilidad de productos alimenticios no saludables. Para que funcione, se requiere comprar el 30% de su suministro de agricultores familiares.
El programa ha mejorado la salud y el bienestar de los estudiantes y, ha promovido prácticas sostenibles y éticas de producción de alimentos. También ha regulado con éxito la venta y comercialización de alimentos dentro y fuera de las instalaciones escolares.
Los ciudadanos, los grupos de la sociedad civil, los activistas, los profesionales de la salud pública y los académicos pueden exigir su derecho a la salud presionando al gobierno sobre los programas comerciales de la salud. Esto se puede hacer usando una variedad de estrategias. Pueden alzar su voz colectiva en apoyo de medidas de salud basadas en evidencia; exponer y oponerse a los efectos nocivos de los mensajes comerciales sobre la salud y la equidad; e insistir en que los actores comerciales y los gobiernos rindan cuentas. Es otra manera de frenar el bombardeo de la comida chatarra.