“Las vacaciones de Semana Santa deberían ser únicamente para las personas que asisten a las celebraciones religiosas, que van desde el domingo de ramos hasta el sábado de la Vigilia Pascual; expresa un sacerdote católico. Indica que la vivencia de la semana mayor debe ser con fe y devoción; tiempo de recogimiento, ayuno y oración.
Por segundo año consecutivo la celebramos en medio de la pandemia del COVID 19, que ha segado varias vidas humanas y ha dejado secuelas en la salud de los que han logrado sobrevivir. Las celebraciones se vivirán presencialmente con las debidas medidas de bioseguridad y mediante las plataformas digitales vinculadas al internet.
No solo recordemos a ese Cristo que padeció bajo las leyes que iban en contra de los habitantes de esa época; hoy Cristo se encarna en la humanidad de este mundo, en los rostros sufrientes de los pobres golpeados por las injusticias de un sistema económico y político irrespetuoso de los valores y los derechos humanos.
En estos días, el Cristo sufriente está en los atropellos de autoridades y funcionarios estatales que robaron e hicieron mal uso de los recursos destinados para la compra de insumos médicos para el COVID. En muchos enfermos contagiados que están entre la vida y la muerte. En los agentes que controlan el orden público que hacen esfuerzos para impedir la contaminación masiva, ante la desobediencia de la población.
El Papa Francisco en este tiempo, “le recordó a la humanidad la importancia de no bajar la guardia ante el difícil contexto. Su mensaje es de responsabilidad, para que todos nos cuidemos y se fortalezcan las medidas de seguridad para evitar contagios de Covid-19”. “Que las personas no olviden su condición de humanidad. En estos tiempos, muchos han sufrido y es el mejor escenario para la ayuda, el apoyo y la mano del prójimo. Hay quienes están pasando su peor momento y no debemos darles la espalda”.
La Semana Santa es la oportunidad para abrir nuestro corazón y dejar que él hable de su generosidad amorosa, porque le cambio inicia desde el interior sin ser indiferentes ante lo que sucede en el mundo. Quizá el consumismo hace que prioricemos lo material, pero es la ocasión de recogimiento, de oración y meditación personal para no caer en los pecados mundanos.
Nos invita a una reflexión profunda haciendo un alto a nuestra vida agitada por las labores en el hogar y el trabajo, para observar el interior de la conciencia y el desarrollo como persona. Tiempo de reconciliación con nuestros hermanos, para dejar las desavenencias e iniciar una nueva etapa de paz consigo mismo y con los demás.
No podemos perder la esperanza y la fe que superaremos el viacrucis de nuestra vida y los problemas que aquejan a la humanidad. [O]