Por: Mgs. Eduardo Guerrero
He visto a muchas personas sedientas por ir a los templos para los oficios religiosos; casas de oración y lugares comunitarios, donde es el encuentro con Dios y con sus hermanos; la virtualidad ha permitido asistir a las misas oficiadas por los sacerdotes como alternativa a impedir el contagio del COVID 19; pero a partir de semanas anteriores se han abierto estos sitios con restricciones en el número de personas; pero no es suficiente.
La Iglesia Católica celebra los tempos litúrgicos fuertes, entre ellos Semana Santa y Navidad. En Semana Santa, muchas personas se privaron de las celebraciones, algunos siguieron por las redes sociales. Se acerca la Navidad y con ella la devoción al Niño Jesús, a Dios hecho hombre que nació para redimir a la humanidad, cumpliendo el mandato de su Padre, la construcción del Reino de Dios en la tierra.
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Hay diferentes advocaciones que se ha dado al Niño Jesús, es decir nombres según a cada devoción, según el lugar y la creencia de los pueblos; porque es parte de la cultura religiosa, de una fe profesada por miles de años y arraigada en la vida cotidiana y social.
Una de ellas es la del Niño de Isinche que está en la Hacienda del mismo nombre, que no es un santuario, ubicada al Sur Occidente de la ciudad de Pujilí; hasta allá, todos los días sus devotos le visitaban para pedir favores. Vísperas de Navidad se ven frustrados, porque desde que inició la pandemia los propietarios de la imagen, al decir de ellos, han cerrado para prevenir contagios.
Esta es la religiosidad popular, un encuentro del pueblo entre lo divino y lo profano; una mediación entre lo que es realmente la devoción a una imagen que representa a Dios, a los santos y a otro seres divinos, por intermedio de ellos llegar al Creador, desde la creencia de las personas que somos seres humanos.
La religiosidad popular no puede ser privatizada ni debe ser oficial de una instancia estatal; como así ha sucedido con algunas fechas, que se han tomado para desfigurar su verdadero sentido y llevarlas a intereses públicos o privados. Con la guía de los Pastores de la Iglesia, el pueblo debe profesar de acuerdo a la tradición que ha venido de generación en generación; además respetando la libertad de culto que estable la Constitución Política de Ecuador.
Los católicos veneramos a las imágenes, no adoramos; esto no hay que confundir; solo adoramos al Santísimo Sacramento; aunque se ha desviado por las connotaciones sociales y comerciales; es necesario evangelizar la religiosidad popular para que vuelva a los orígenes y al sentido de cada devoción.
En el Adviento, que es preparación para la Navidad, debemos aprestarnos para la llegada de Dios hecho hombre, con el verdadero sentido de esta fecha; es decir practicando los valores cristianos con el prójimo, las personas que están a nuestro alrededor. ¿Cómo conocer a ese niño que nace?, es en cada rostro y en cada situación de los seres humanos que nos rodean, no está en el cielo, está en la tierra.