Los seres humanos tenemos la necesidad de creer en alguien que nos inspire y nos haga sentir que podemos superarnos, en cualquiera que sea nuestra ilusión de vida, para alcanzar los objetivos que nos rondan en la mente mientras duerme nuestro consciente y actúa el inconsciente. De niños, nos sentimos atraídos por algún personaje con el que nos sentimos identificados. Desde la creación de super héroes como Superman, el Hombre Araña, Batman y Robin, el Llanero Solitario, Capitán América, Hulk, Iron Man o Thor, hasta los modernos héroes de Star Wars, la civilización occidental ha crecido inspirada en uno o más de ellos.
En la adolescencia se buscan otros referentes en que creer, y ocupan ese lugar las estrellas deportivas, musicales, actores y en general, destacados seres humanos que demuestran superioridad en relación a sus semejantes, que conlleva la admiración de los jóvenes. Llegando a la edad adulta, buscamos otro personaje en quien creer, que sentimos necesario para generar autoestima y seguridad de llegar a nuestras metas contemporáneas.
El trabajo nos lleva a preocuparnos de cosas más mundanas, y terminamos cuestionando la economía, la política, la sociedad y otros factores de nuestro entorno. Seguimos buscando algo y/o alguien en quien creer, para convencernos de nuestra capacidad de alcanzar las metas propuestas. Probablemente esta ilusión frustrada, es la causa para que las decepciones que vivimos al ver a nuestros líderes políticos y sociales defraudarnos, nos produzcan apatía y rechazo hacia esos estamentos. El fracaso de nuestros candidatos a héroes, genera un efecto negativo en nuestro estado anímico, que cuando se viraliza produce pueblos conformistas, apagados, sometidos. Qué tristeza dejarnos caer en ese estado.
No debemos perder la esperanza. Debemos seguir escogiendo con más cuidado los “héroes” en quien creer. Por nuestro bien. Porque los necesitamos. ¡Creamos en alguien, aunque no sea un SUPER héroe![O]
Por: Alberto Salvador