«¿Cuál es la gran nación cuyos mandatos y preceptos sean tan justos como toda esta ley que ahora les doy?». Con esta pregunta de la primera lectura de hoy, ¿podemos decir que el Ecuador, a los 150 años de su Consagración al Sagrado Corazón de Jesús, es la nación que espera el Señor?
El hoy de nuestra historia marca la preparación para el 53° Congreso Eucarístico Internacional. La capital de los ecuatorianos se convertirá en una inmensa tienda eucarística que acogerá a todos cuantos coincidan con el anhelo de vivir a plenitud el tema propuesto
«Fraternidad para sanar el mundo» con el lema
bíblico: «Ustedes son todos hermanos» (Mt 23, 8),
Nos encontramos con un Ecuador herido, hay muchas situaciones que aquejan a nuestra patria y que se convierten en heridas por sanar, así lo manifiesta el Documento Base del Congreso:
«Hay nuevas heridas que van lacerando el mundo en que vivimos. Estas si se tapan terminan por infectarse. Así, el miedo, el rechazo, el desprecio y la insensibilidad se traducen en xenofobia, violencia, exclusión, marginación, descarte del niño que está por nacer y del anciano; en fin, destrucción de la casa común» (N.° 19).
Al preguntarnos las causas que originan estas heridas, nos viene bien el Evangelio de este domingo. Jesús nos dice, que es de lo profundo del corazón del hombre, de donde salen las intenciones malas y todo aquello que lo aleja del camino del bien.
Estamos a las puertas del Congreso Eucarístico. Este acontecimiento eclesial quiere sembrar la semilla de la fraternidad en tantos corazones de buena voluntad y así volver al designio divino de ser y sentirnos hermanos.
Nos preguntamos: ¿Estamos dispuestos a crear una cultura de fraternidad que nazca del corazón del ser humano?
Recordemos que cada vez que celebramos la Eucaristía, se nos da la fuerza que necesitamos para sanar las heridas del mundo y renovar así nuestra consagración al Sagrado Corazón de Jesús y decirle a una sola voz: «Todo es tuyo, lo han jurado un día, todo es tuyo. ¡Salva al Ecuador!».