En todo el planeta, los animales especialmente microrganismos, están cambiando para adaptarse a un mundo destrozado, entre otros: garrapatas, mosquitos, bacterias, algas e incluso hongos se están desplazando, cambiando o ampliando sus áreas de distribución históricas para adaptarse a condiciones climáticas que cambian a un ritmo sin precedentes. Estos cambios no ocurren porque sí: La deforestación, la minería, la agricultura y la expansión urbana están impactando las áreas silvestres que quedan en el mundo, contribuyendo a la pérdida de biodiversidad a un ritmo que no tiene límites en la historia de la humanidad.
Las poblaciones de especies de las que depende la supervivencia humana están disminuyendo y siendo empujadas hacia hábitats cada vez más pequeños, creando nuevos focos de propagación de enfermedades de los animales a los humanos. Mientras tanto, el número de personas expuestas a los efectos extremos del calentamiento del planeta sigue aumentando. El cambio del clima desplaza a unos 20 millones de personas cada año: personas que necesitan vivienda, atención médica, alimentos y otras necesidades básicas, lo que ejerce presión sobre sistemas que ya son delicados y que se están volviendo cada vez más frágiles bajo fuerte presión.
Los científicos han comenzado a recopilar un conjunto de evidencia que arroja luz sobre la enorme amenaza que las enfermedades relacionadas con el cambio climático representan hoy para la salud humana, así como la escala de las amenazas en el futuro.
Para evitar el aumento de las temperaturas en sus hábitats, las especies comenzaron a trasladarse a altitudes más elevadas y más frías, trayendo consigo enfermedades. Esto supone una amenaza para las personas que viven en estas zonas y también conduce a una peligrosa mezcla de animales recién llegados con especies existentes. Por ejemplo, la gripe aviar se propaga más fácilmente entre la vida silvestre a medida que el aumento del nivel del mar y otros factores empujan a las aves reproductoras hacia el interior, donde es más probable que encuentren otras especies. Las enfermedades transmitidas entre especies suelen llegar más fácilmente a los humanos.
Los inviernos más cálidos y los otoños y primaveras más suaves permiten que los vectores de enfermedades (como garrapatas, mosquitos y pulgas) permanezcan activos durante períodos más largos del año. Los horarios de funcionamiento extendidos debido al cambio climático significan una temporada de apareamiento más ocupada y menos víctimas durante los fríos meses de invierno.
Las condiciones climáticas inestables, como períodos de sequías e inundaciones graves, facilitan la propagación de enfermedades.
Los casos de cólera, una enfermedad bacteriana transmitida por el agua, aumentan durante la temporada de los monzones en los países del sur de Asia, cuando las inundaciones contaminan las fuentes de agua potable, especialmente en lugares sin infraestructura y buenos baños.
La grave sequía que a menudo sigue a la lluvia en varias partes del Planeta destruye las esporas de hongos, lo que hace es que se dispersen más fácilmente por el aire después del más mínimo impacto como las herramientas que utiliza el agricultor entren en el sistema respiratorio humano.