Históricamente, las ciudades han sido sitios no de miseria y sufrimiento, sino de oportunidad para las economías, el comercio, el estudio, el empleo y mejores niveles de vida, especialmente para las personas del medio rural que buscan una vida mejor; han funcionado como motores del progreso social y del desarrollo económico nacional.
Es necesario crear las condiciones para que se realice ese potencial en las ciudades, para que los centros urbanos en crecimiento del mundo en desarrollo tengan vigencia ahora y en los próximos decenios. El reto estriba en desviar la urbanización de su rumbo actual insostenible y dirigirla hacia ciudades más verdes, sostenibles, que ofrezcan opciones, oportunidades y esperanza a sus habitantes.
El concepto de ciudades de esperanza con capacidad de recuperación, autosuficiencia, sostenibilidad social, económica y ambiental, se suele asociar a la planificación urbana en los países más desarrollados, que eligen una arquitectura de alta tecnología, con rutas arboladas para el tránsito peatonal o las bicicletas, industrias adecuadamente ubicadas, con un sistema de reciclaje y reutilización de sus desechos, así como efluentes que no afecten a los cursos hídricos, ni a la población.
Sin embargo, tiene una aplicación especial y dimensiones sociales y económicas diferentes en los países en desarrollo de bajos ingresos; allí los principios centrales de unas ciudades más vivibles pueden orientar a un desarrollo urbano que garantice la seguridad alimentaria, un trabajo e ingresos dignos y una buena gobernanza para todos los ciudadanos.
Un punto de partida para crear ciudades de esperanza es reconocer e incorporar en la política y la planificación urbana muchas de las soluciones creativas que la propia población urbana pobre ha desarrollado para fortalecer sus comunidades y mejorar su vida; una de esas soluciones, y un rasgo esencial de la planificación de ciudad de oportunidades en los países desarrollados y ahora en un número cada vez mayor en países en desarrollo, es la horticultura, el cultivo de plantas medicinales, que contribuye a crear ciudades, más capaces de afrontar los desafíos sociales y ambientales, desde el mejoramiento de los barrios bajos y la gestión de los desechos urbanos hasta la creación de empleos. Para que esto ocurra debe existir un liderazgo institucional con la participación de todo el conglomerado poblacional, lo que significa que debe considerar un cambio de actitud desde las autoridades hasta el último ciudadano.
Nuestra ciudad atraviesa por situaciones muy crítica, en este sentido, desde la farsa de erupción del volcán en el 2015 mil de personas abandonaron la ciudad y no regresaron más, desde entonces nadie invierte en nuestra tierra, no existen prestamos con intereses adecuados, no existe información clara sobre las zonas muertas, de alto riesgo y riesgo; pero pregunto porqué las oficinas de Seguridad y riesgo se encuentra en otra provincia que no es Cotopaxi.