La crisis sanitaria que sufre el Planeta, sumado a la codicia que se ha apoderado de gran parte de la población mundial, nos llevará a que en pocos años la tierra será inhabitable, el problema es que pasan tantos sucesos, a tal punto que nos vamos anestesiando, acostumbrando y hasta contagiando de hacer cosas que destrozan los pocos recursos que nos quedan, esto debería producirnos escalofríos, pero nos parece normal o miramos con indiferencia.
Lo grave es que los más exuberantes y biodiversos bosques naturales son arrasados para convertirlos, mediante plantas industriales, en lujosos artículos de consumo, que al final del día se convertirán en basura.
Ríos grandes, medianos, pequeños, que son fuente de vida de extensos territorios, sin embargo, son desviados para inundar valles y convertirse en grandes represas hidroeléctricas, que causan erosión, también son focos de enfermedades, en fin productores de muerte. Las montañas no se quedan atrás, sufren alteraciones inesperadas, ya que en poco tiempo son explotadas, trituradas, pulverizadas, intoxicadas y abandonadas una vez que se ha finalizado con la tarea de sacarle todo el recurso, solo por la voracidad del valor económico.
Tres cuartas partes del planeta es agua, nuestros Océanos, que nos enseñaron desde pequeños a disfrutarlos; pero lo que no nos dijeron es que, durante el transcurso de nuestra corta vida, la mayor parte iba a ser contaminado, con miles de millones de plásticos, saqueados sus recursos y que se iban a extinguir gran cantidad de las especies.
Pocos quieren reconocerlo; muy pocos quieren ocuparse del origen de esta amenaza: la humanidad puede desaparecer en este siglo por el consumismo, la violencia y la depredación que nos pone fuera de sí; el mundo puede desaparecer por los peligros relacionados a las modernas tecnologías, por el calentamiento global y por la globalización del desastre ecológico.
La modernidad se encuentra afectada por una enfermedad terminal, pero, antes de morir se torna más peligrosa y destructiva; los años por venir serán decisivos para la supervivencia de la humanidad; antes de diez años pueden aparecer los primeros colapsos mundiales; puede aumentar la violencia en grado nunca visto en la historia. Para evitarlo debemos frenar nuestras actividades habituales y hacer una prolongada meditación en torno a los desechos tóxicos, a la contaminación del aire, al envenenamiento de los mares, ríos, lagos, humedales, y la degradación de los suelos.
Relocalizar la subsistencia, para conseguir el renacimiento de lo local; este punto es estratégico: Consumir lo que se produce localmente, esta debe ser la gran tarea ecologista. Nos urge arraigarnos en un lugar, cultivar verduras en la ciudad y resistir el consumo de productos traídos del otro lado del mundo, con un enorme costo ecológico y un enorme subsidio energético. No queremos agua embotellada; no queremos alimentación industrializada; no queremos ni gestión estatal ni privada del agua. Queremos comunidades arraigadas viviendo en armonía con la Naturaleza.