Mgs. Eduardo Guerrero Guevara
Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde, dice un adagio popular. Nadie sabe el valor de la salud hasta que la pierden; lo material no se compara con el valor de contar con el bienestar físico cuando la enfermedad deambula por el entorno. Entre muchos de los males que aquejan a la humanidad, está la pandemia del COVID 19; enfermedad letal que puede llevar a la muerte y en muchas personas quedan secuelas, afectando toda la vida.
La Organización Mundial de la Salud, ha puesto a disposición de los gobiernos y de la misma ciudadanía un protocolo de procedimientos y normas para prevenir el contagio; parte de estas reglas son para la convivencia social, con la obligación de cumplirlas al pie de la letra evitando el contagio y las respectivas consecuencias.
El confinamiento que se vivió en forma masiva el año anterior, tenía como objetivo la prevención, pero al mismo tiempo crear una cultura de protección de la vida. Las mismas campañas emprendidas por instituciones públicas, privadas y comunitarias; pretendían y pretenden generar conciencia personal y social para la convivencia en todos los lugares donde hay movimiento de seres humanos.
Somos tentados por las cosas mundanas; el entorno social nos presenta muchos atractivos que aceptamos sin que podamos hacer un discernimiento; diría más bien que no somos capaces de poner un pare a cosas y circunstancias adversas y que colocan en riesgo nuestro bienestar. Esta irresponsabilidad es la causa de lanzarnos a ser parte de reuniones, fiestas, eventos privados sin respetarnos y respetar la salud de nuestros familiares; los contagiamos y luego viene los sustos y las lágrimas.
La pandemia nos exige ser consecuentes con el amor a los que nos rodean mediante una convivencia social sensata, acatando las normas básicas de protección y también exigiendo su cumplimiento. Evitar los espacios cerrados, congestionados y los contactos cercanos, esto impide el contagio en restaurantes, clubes, oficinas, fiestas privadas y lugares públicos; la escasa ventilación y no respetar distanciamiento social provocan el contagio.
El campo de la convivencia social es muy amplio, obliga a coexistir en armonía en todos los espacios de las relaciones humanas; uno de los principios es la corresponsabilidad; la responsabilidad mía y la responsabilidad del otro. Cualquier atentado contra la normal convivencia, incide en los demás.
El COVID 19 interpela a la conciencia y acción para garantizar la armonía familiar y social. Los seres humanos nos diferenciamos de los otros seres vivos porque somos capaces de razonar en las consecuencias de nuestros actos y no afectar a nuestros seres queridos. La salud no se la compra ni con todo el dinero del mundo. [O]