La madre y el padre fomentan la unidad en la familia; el sueño es que los miembros vivan y alimenten día a día los valores como la solidaridad y la fraternidad; necesarios para la convivencia bajo un mismo techo. Aquí se desarrolla el amor que les une y es la fuente para los momentos buenos y los momentos difíciles.
Todos sean uno, fue el lema episcopal de Monseñor José Mario Ruiz Navas, que hizo carne en su vida y en las jurisdicciones eclesiásticas que estuvo, tanto en la Diócesis de Latacunga y en la Arquidiócesis de Portoviejo. A los 90 años fallece el 10 de diciembre pasado, concidencialmente en el Día Internacional de los Derechos Humanos; él trabajó por los derechos de los marginados.
Por sus frutos los reconocereis. Las semillas sembradas en las área pastoral, social y cultural, fueron regadas por él y por los miembros de instituciones, movimientos, organizaciones para ser levadura que fermente y crece en la construcción de un mundo con valores y principios cristianos.
El mismo fue testigo de los frutos de las semillas plantadas. Cada momento de su vida fue un pastor y padre para sus sacerdotes, religiosas y laicos; siendo amigo y guiándoles con su ejemplo y con su presencia confortable. Se esforzó por la formación para que puedan ser efectivos y eficientes en su trabajo, pero sobre todo para que sean buenos hombres y mujeres.
Dentro de su temple forjado por su carácter, fue el humano que se derrite para dar lo mejor de sí; este temple sirvió para dar empuje a los proyectos emprendidos.
Un pastor, un padre, un amigo con calidad humana que le infundió su vocación sacerdotal y episcopal. En él se encontró un ser de carne y hueso sin creerse un rey o príncipe; fue consiente que su ministerio episcopal es para el servicio y no para servirse de éste.
Sus obras materiales y espirituales son innumerables; templos, capillas, casas parroquiales y campesinas, medios de comunicación, seminarios para la formación del clero, centros de formación laical, aulas para la catequesis, centros educativos, casas para las religiosas. Algún momento le propusieron que sea Alcalde.
Su legado espiritual: que se reconozca que el Reino de Dios se construye en la tierra. Formación permanente de los agentes de pastoral, líderes de movientes eclesiales y sociales; la opción preferencial por los pobres expresados en los rostros sufrientes de Cristo. Promovió la vida espiritual. Dio empuje a la catequesis para los sacramentos. Es el artífice para que, en el pueblo indígena y montubio sean reconocidas sus culturas, se incrusten como actores sociales y luego que puedan ocupar cargos de elección popular.
En lo nacional, promovió políticas públicas; tuvo una marcada participación en los poderes del Estado ecuatoriano; fue un líder reconocido por las autoridades.
En fin, podríamos enumerar mucho más de su legado, pero lo importante es que Monseñor José Mario Ruiz Navas buscó y encontró a ese Jesús que está en los problemas, necesidades y alegrías, es decir en la vida cotidiana de la gente.
Gracias Monseñor por todo lo que nos ha dado en vida.[O]