Expertos hacen un llamado a promover leyes que obliguen a personas altamente expuestas al virus a vacunarse.
La vacuna contra la Covid-19 genera expectativas y diversas preguntas sobre cómo se aplicará en el país, pues si bien el virus es el mismo, la capacidad del sistema de salud ecuatoriano, dice la infectóloga Diana Gómez, no es igual a la de Inglaterra; el primer país en administrar las dosis.
Definir sectores
Alberto Narváez, docente de la Universidad Central y especialista en control de enfermedades, explica que el país debe definir los objetivos, que se pueden dividir en dos: proteger a los trabajadores de la salud y evitar los riesgos de muerte.
Por eso, las 50.000 dosis que llegarían en enero de 2021, según el Ministerio de Salud (MSP), deberán estar destinadas a quienes reciben altas cargas virales, es decir cerca 200.000 personas del sector salud. El segundo grupo son mayores de 65 años, especialmente con factores de riesgo que tienen alta capacidad de multiplicar virus.
Una vez cubierta esta población, las dosis se deberán destinar a personas de entre 50 y 64 años con enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión o problemas respiratorios.
Posteriormente, como el objetivo es reactivar la economía se debe vacunar a personal –de cualquier edad – de sectores estratégicos como alimentos, transporte, seguridad (policías, militares), y aquellos que tienen contacto con público de manera permanente.
“Hay que ir definiendo objetos de acuerdo a la disponibilidad de vacunas, porque está claro que no habrá suficientes”, agrega Gómez.
Obligatoriedad e información
Narváez considera necesario que Ecuador aplique leyes que velen por el bien común y no el individual. “No se trata de: ‘yo no quiero la vacuna y no me pongo’, aunque eso signifique contagiarme y contagiar al resto”, dice el experto, y destaca que existirán sectores con mayor contacto a altas cargas virales para quienes las dosis deberían ser obligatorias.
“De lo contrario, se entorpecería el proceso hacia una pronta inmunidad de rebaño”, dice Gómez.
Los expertos coinciden en que será comprensible el miedo de la población a los efectos adversos de la vacuna (ver recuadro), por lo que será importante que las autoridades emitan información constante.
Inmunidad de rebaño
Para alcanzar la inmunidad de rebaño con una vacuna se necesita alcanzar entre el 60% y 70% vacunación. Esto también depende de la eficacia de las dosis -se estima que la de Pfizer tiene más del 90%-, mientras que la de H1N1 no superaba el 70% de eficacia, por ejemplo.
Narváez destaca que es probable que no se necesite vacunar al 60%, porque hasta que comience la vacunación entre el 30% y 40% de la población del Ecuador ya se habrá infectado y tendrán un porcentaje alto de inmunidad.
Es por eso, que se espera que la vacuna alcance a 9 millones de ciudadanos.
Distintas vacunas
Narváez considera que el Gobierno no se debe adscribir a la compra de vacunas con una perspectiva geopolítica, sino usando una para cada escenario.
Por ejemplo, la vacuna de Pfizer solo llegaría a áreas urbanas, porque necesita una congelación de -70 °C. La rusa (Spútnik V), necesita temperaturas máximas de -8°C, una buena opción para llegar a las áreas rurales. Eso sí, destaca que si una persona recibe una vacuna de Pfizer la segunda dosis debe ser de la misma marca. (AVV)
¿Cuándo nos quitaremos la mascarilla?
Narváez señala que con la vacunación, la transmisión bajará, pero no totalmente. Para el experto, cuando se alcance más del 40% de vacunación será posible relajar las medidas de movilidad para regresar a los trabajos presenciales.
Sin embargo, descarta que en 2021 ya se pueda prescindir de la mascarilla. Ya que existirán quienes no se coloquen la vacuna, ya que la ley hace que este proceso no sea obligatorio.
Sistema de farmacovigilancia
Al menos dos efectos se han encontrado en las vacunas que han pasado la tercera fase. “Todos leves. Fatiga, dolor de cabeza y muscular”, comenta Gómez.
Una vez que Ecuador inicie la vacunación deberá implementar un sistema de vigilancia. “Si el Gobierno sigue manteniendo esta política de ocultar las cosas la gente va a desconfiar más y no se va a vacunar”, dice Narváez.
El sistema de farmacovigilancia debe fortalecerse, coinciden Narváez y Gómez.
“Las alergias son esperables, uno puede tener alergia a los camarones, a los chocolates, no se diga a una vacuna”, añade Narváez.
¿Qué podría salir mal?
Que aparezcan efectos adversos graves a corto o mediano plazo (después de seis meses) o que la eficacia de la vacuna ya en terreno sea menor al 90%.
El proceso de vacunación tomaría todo el 2021. Se estima que se vacunen a 30.000 personas cada día.En países como Ecuador, el no precautelar la cadena de frío la inmunización podría no ser correcta y se afectaría el proceso. “No se descarta ya que la aprobación actual de la vacuna es una aprobación de emergencia que obliga a los países a tener un seguimiento de los efectos a mediano plazo”.
“El derechos colectivo debe primar sobre el individual. Es comprensible el temor a efectos adversos, pero en algunos casos (vacunarse) va a tener que ser obligatorio”, Diana Gómez, infectóloga.
“Sin un sistema de vigilancia, de los posibles efectos de la vacuna, si el Gobierno sigue manteniendo esta política de ocultar las cosas; la gente va a desconfiar más y no se va a vacunar”, Alberto Narváez, docente de la UCE y especialista en control de enfermedades.
“Habrá ciertas circunstancias en donde la única decisión correcta es vacunarse”, Katherine O’Brien, experta de la OMS.
FUENTE: Diario La Hora