Por: Mgs. Eduardo Guerreo
La mayor parte del mundo se ha detenido ante la pandemia del coronavirus; una enfermedad que su origen está en discusión; ante ella somos iguales, no se libran las personas ni por su procedencia, clase social, lugar de residencia, cargo o jerarquía, estatura, peso, situación económica. Los más vulnerables son los niños y ancianos.
Es parte de la globalización; así como la economía, las comunicaciones, las tendencias ideológicas, el cambio climático… No tiene fronteras, gracias a la movilidad humana que viaja por los medios de transporte, especialmente en los aviones, la velocidad de expansión es incalculable. Pero las autoridades van tomando acciones para controlarla; a pesar que la población no quiere colaborar para evitar una mortandad de millones de personas.
Cuarentena, es la palabra que se utiliza en salud; es decir tiempo de separación de las actividades cotidianas para el aislamiento, mientras la enfermedad llega a su punto máximo y luego viene la curación. Bíblicamente cuarentena, es cuaresma, cuarenta días que Jesús pasó en el desierto en oración y recogimiento, apartándose del mundanal ruido para encontrarse así mismo y con su Padre Dios.
El coronavirus ha obligado a las autoridades a tomar decisiones drásticas para preservar la salud de los seres humanos; dictando medidas de prevención, bajo el lema y la exigencia de quedarse en casa; con todas las implicaciones para lo laboral, económico y social.
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No hay mal que por bien no venga. El lado positivo de la cuarentena es el reencuentro con la familia, para recuperar el tiempo perdido. Las labores cotidianas alejaron a sus miembros; inclusive dándose la desintegración física o relacional.
Vamos a recuperar ese tiempo perdido. Es el momento de entablar las relaciones que estaban inestables, el diálogo debe ser lo que marque el día a día; volvamos a conocernos y reconocernos como miembros de la célula básica de la sociedad. Limar con el perdón las diferencias y los resentimientos que puedan existir. Instantes de reencuentro para recordar aquellos momentos felices, así también los momentos álgidos y como se han logrado superar las dificultades que han dejado enseñanzas. Prepararse para una nueva etapa de la vida, nuevos tiempos, nuevas metas, nuevas oportunidades.
También el encuentro consigo mismo en lo espiritual y afectivo. Ver cada uno nuestro interior y superar las dificultades de uno mismo. Es decir un examen de conciencia desechando lo que nos hace daño y les hace daño a los demás.
El encuentro con Dios, con ese ser supremo, para interpretar que nos quiere decir. Instantes de oración y espiritualidad; algo necesario para limpiar nuestro cuerpo y nuestra alma.
Cuarentena, encuentro consigo mismo, con nuestra familia, con la naturaleza y con Dios; recuperando el tiempo perdido.