Sin duda alguna, el Centro Histórico de Latacunga es el mayor legado cultural, que sus habitantes tienen el deber de preservar y promocionar. Una villa convertida en ciudad capital provincial que, en pocas manzanas bien diseñadas, alberga casas, iglesias, monasterios, plazas, parques, patios y muchos rincones que acumulan algunos siglos de historia. Sus estrechas calles guardan los misterios y secretos de sus habitantes, que somos una variedad de mestizos con ascendencia indígena y española.
Cada rincón tiene un detalle que lo diferencia de los demás, y lleva la firma personalizada de los artesanos que los diseñaron para la eternidad. Sus muros son mudos testigos de las aventuras, fiestas, jolgorios, conspiraciones, alegrías y decepciones, que vivieron nuestros antecesores. Todos estos detalles irremplazables, hacen de la capital de Cotopaxi un lugar privilegiado para pasar la vida. Sin embargo, no es precisamente esa sensación la que percibimos de los transeúntes que suben y bajan de forma cotidiana sus callejones.
La mejor parte de esta joya son sus iglesias, que reflejan individualmente las características de la Congregación a la que pertenecen. Penosamente, se mantienen cerradas la mayor parte de la semana, por falta de garantías para preservar los bienes que albergan, ante la delincuencia que no admite limitaciones a la hora de cometer sus fechorías.
La sociedad latacungueña debe tomar acción al respecto y generar las condiciones para que estas puedan mantenerse abiertas al público la mayor parte del tiempo, tener un mantenimiento apropiado, con iluminación acorde e inclusive guías que orienten a sus visitantes. Así podría ponerse “la primera piedra” en el proyecto de generación del “turismo histórico” que incluya todas las hermosas iglesias y sus contenidos, para orgullo y deleite de los vecinos latacungueños y sus visitantes.
El Municipio puede tomar la delantera y conformar un colectivo para el efecto. Todos deberíamos apoyarlo. [O]
¡DEJEMOS DE HABLAR Y EMPECEMOS A ACTUAR!
Por: Alberto Salvador