Los ecuatorianos caminamos con el pecho henchido de orgullo desde el memorable triunfo de Richard Carapaz en el Giro de Italia, y nos sentimos con pleno derecho de hacerlo, por el mero hecho de ser compatriotas del famoso ciclista que saltó a la fama de forma repentina, aunque los esfuerzos y sacrificios para lograrlo, se remontan muchas lunas atrás, cuando su anonimato, sencillez y falta de padrinos, le marginó de las élites del deporte, que por diez años pusieron sus ojos en los proyectos con rédito político y jugosos recursos, dilapidados a cuenta de apoyar sus privilegios.
El éxito alcanzado por Carapaz, refleja el trabajo tesonero de un ser humano que se propone conseguir un objetivo y empieza a caminar sin mirar atrás ni esperar que alguien le ponga la mesa. Caerse es parte de la experiencia de luchar por lo que se quiere. Levantarse es la forma de aprender de cada caída y no volver a cometer esos errores. El verdadero reto, en cualquier emprendimiento, es salir adelante con lo que se tiene, sin esperar todo lo que uno quisiera tener para triunfar.
Por todo esto, Carapaz nos demuestra que TODOS somos capaces de lograr el gran sueño que nos propongamos. Los ecuatorianos tenemos la garra escondida en nuestro ser y falta que dejemos de ver la porción vacía del vaso, para descubrir que la otra porción está llena y con eso debemos salir adelante. Debemos empezar por levantar el autoestima, asumir la convicción que podemos lograr lo que nos proponemos y definir metas concretas que estén a nuestro alcance con esfuerzo, pero no imposibles, y empezar a PEDALEAR hasta llegar al objetivo.
Los Carapaz deben multiplicarse por todos los rincones del país y la nave de nuestro hermoso país empezará a surcar hacia puerto seguro, generando oportunidades para todos y construyendo un mejor nivel de vida, sostenible. ¡Gracias Richard por trazarnos el camino! [O]
Por: Alberto Salvador
[email protected]