Hay días en los que uno quiere desaparecer del planeta, pedir que la tierra lo trague de un bocado para no enfrentar los desafíos que la vida te pone como prueba o simplemente de la manera más fácil se presenta y pregunta por ti.
Ella apareció en la oficina sin saber, sola sin más equipaje que el alma llena de incertidumbres, con las lágrimas acariciando las mejillas rojas y los moretones azulados, vestigio inminente de la última paliza propinada por él, escuché su relato, el resumen violento de una unión que ya tenía dos años y medio y dos niños que sumaban juntos cuatro años ocho meses. El miedo en sus ojos de no saber que hacer, y la pregunta que en voz alta me hacía, sacudía mi cuerpo, “¿será que hombres como él tienen la posibilidad de cambiar?” y yo sin respuesta, con mi voz quebrantada apenas pude responder que no, personas así, no cambian.
Yo soy hombre, no he cambiado, hago mía la culpa de todos los maltratadores, reniego de mi calidad de hombre, me peleo hasta la muerte con mi género y pido perdón a todas las mujeres maltratadas, sabiendo que es imposible retirar los daños hechos, aunque quisiera enmendar todo con expresiones que salgan del alma, y rodearles con mi abrazo desesperado de disculpa eterna, no habrá angustia más honda e impotencia más grande que el escuchar un relato sin la posibilidad de impedir el maltrato propinado.
Soy defensor de Derechos Humanos y como tal busco las palabras y los consejos que le orienten y le ayuden, pero más allá de mi trabajo las palabras aparecen y se expresan con profundo dolor, porque -se que dejando de sentir se puede aguantar un comportamiento violento-, así me dijo alguien muy cerca a mi, -cerrar los ojos para no ver, taparte los oídos para no escuchar- entonces dejas de sentirte persona cuando el corazón, la cabeza, y el alma se separa de tu cuerpo, en aquel momento el dolor ya no duele, así lo entendí, así sucedió y no es posible que pierda su dignidad, sus valores, sus referentes, no puede anularse como ser humano.
No hay otra forma le dije, no existe otra solución que dejar a un lado ese miedo, la decisión es sólo de ella y la denuncia es el paso que hay que dar para romper con el miedo, porque esa toma de conciencia será lo que le puede llevar a ser más libre.
Hombres, ¡paremos ya!, es hora de darnos cuenta ¡Maldita sea! del daño que hemos hecho y de todo el daño que hemos permitido que les hagan, es hora de parar esto, de decir ¡basta!, de condenar cualquier tipo de maltrato, y la sociedad tiene el papel principal en esta reinserción de la mujer maltratada y la necesidad de la reinserción de un maltratador.
Recuerdo con mucha claridad que antes de irse, ella me abrazó y me dijo en un tono dulce “gracias” y preguntó mi nombre, me dijo que no me conocía y yo respondí con vergüenza que era verdad, ella no me conocía, no me besó, no me dijo más nada, sólo me miró y sonrió un poco sin ganas y me llenó la vida con esa mirada mojada, esa que espero sea la última de sus lágrimas por culpa de ese hombre. No la vi más, tan sólo se que rompió el miedo, él no volvió a maltratar la. [O]
Lic. Jimmy Coronado Tello
«La violencia contra la mujer es quizás la más vergonzosa violación de los derechos humanos.
Mientras continúe, no podremos afirmar que hemos realmente avanzado hacia la igualdad, el desarrollo y la paz.»
Kofi Annan, Secretario General de las Naciones Unidas