El Gobierno ha presentado el presupuesto 2019 para aprobación de la Asamblea Nacional, del cual rescatamos tres insumos relevantes.
El primero es el costo de la burocracia con diez mil millones de dólares. El segundo es el servicio de la deuda con capital y amortización por otros diez mil millones. El tercero son los subsidios por más de siete mil millones de dólares. Con solo estos tres rubros, alcanzamos a más de veintisiete mil millones, de un presupuesto total de treinta y seis mil millones. Con estas cifras, nos faltarían cinco mil millones que deberán ser financiados con más deuda.
Sobre la burocracia, sería de gran ayuda que se optimice el capital humano y se recorte el excedente que no lo podemos pagar. El Gobierno tiene temor de aumentar el desempleo y desgastar su capital político, por lo cual no es predecible que lo haga, teniendo un proceso electoral en pocos meses y la promesa de campaña de no despedir a nadie.
Mirando al servicio de la deuda, es poco lo que se puede hacer, si no conseguimos una restructuración de plazo y costo, de buena parte de la deuda, para lo cual debemos presentar un programa económico creíble, lo cual sería muy difícil si no hacemos cambios estructurales.
Finalmente, nos quedan los subsidios. Lo más fuerte son los combustibles, diésel, gasolina y gas licuado de petróleo. Mientras el precio de venta está congelado por razones políticas, el costo sube conforme sube el precio del petróleo. Además, se aumenta el pago de contribuciones de jubilación al IESS, que de otra manera no podría pagar sus obligaciones. Por tanto, la más realista esperanza de parar el endeudamiento impagable es reducir drásticamente los subsidios a los combustibles. Lo justo sería dejar de subsidiar a quienes pueden pagar el precio de mercado y mantenerlos para quienes requieren de esa ayuda.
Es necesario que el país ponga en la mesa de discusiones este tema extremadamente importante y urgente. [O]
Alberto Salvador
Noviembre 12, 2018